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- 211 paso y encuentro con Jesús en su vida pública iba a darle otra experiencia distinta y nueva por completo. Pero hemos de afirmar que tampoco en esta ocasión María llegó a comprender el misterio de Cristo y SO-: lamente dio un paso en la comprensi6n de su Hijo. Paso importante, pero seguramente no decisivo. Esta oscuridad tenía que traer al alma de María algo parecido a una lucha interior. No fue tan fácil como nos imaginamos la fe de María. Ella creía la palabra de Dios, pero tenía que rom– per a diario su experiencia contra la misma palabra de Dios. Era muy violento el contraste de la concre– tez de la vida de su Hijo, vida ordinaria, sencilla y sin apariencias de divinidad, con lo que Dios le había revelado y dicho. Aquí, en esta ocasión, la vida de Jesús iba a sa– lirse del cauce ordinario, pero María ni lo imaginó ni lo supv.so en un principio. La misma compañía que trajo Jesús, cinco hom– bres curtidos por el trabajo, rudos e ignorantes. tuvo que motivar en su alma, aun en medio de la alegría, una esp9cie de extrañeza y reacción desagradable. Era natural que siendo su Hijo el Mesías, el Prome– tido a Israel, se viera rodeado de los jefes, maestros y sacerdotes de Israel. Sin embargo eran cinco trabaja– dores los que seguían a Jesús y le daban el nombre de Rabí. No olvidemos tampoco que María era madre y mujer. Más tarde se le revelaría todo el misterio .y comprendería, en toda su profundidad, el misterio de Cristo y el significado del Reino de Dios. Y el miste– rio de la humildad y de las cosas pequeñas que Dios elige para confundir las soberbias de este mundo. Si esto acaeció a María, no hemos de extrañar que tampoco nosotros entendamos el misterio de Cristo, aunque hayan pasado dos mil años. No debemos ex-

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