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- 209 Las bodas de Caná de Galilea. «Al tercer día se celebraron unas bodas en Caná de Galilea. La madre de Jesús estaba allí invitada; y también Jesús con sus discípulos fue invitado a las bodas». (Jn. 2, 1-3). A los tres días de la llamada de Jesús a Natanael, vecino de Caná, para que le siguiera en el apostolado. Así parece indicarlo el Evangelista san Juan. La in– vitación a las bodas fue hecha a Jesús y a María, antes de comenzar Cristo la vida pública o después. No lo sabemos. Solamente nos dice Juan que los dos Estaban como invitados a las bodas. Bien por sepa– rado o bien conjuntamente. Cuando llegó a oídos de los novios y de las demás familias invitadas la no– ticia sobre el Rabí Jesús, declarado Mesías por Juan el Bautista, la invitación recayó sobre sus discípulos, cosa corriente y natural en Palestina. «La madre de Jesús estaba allí invitada». Esto nos hace suponer que cuando llegó Jesús llevaban varíos días de fiesta. María estaba allí invitada, se– guramente desde el principio de la fiesta o quizá an– tes, en los preparativos. Y estaba como la cosa más natural y más normal de la vida. Lo lógico y natural es que festejemos lo que Dios ha hecho y lo ha confirmado santo. Unas bodas. Y no hay que reñir por querer santificar con la alegría una fiesta familiar. No saquemos las cosas de quicio. Hay que cumplir y tener las atenciones sociales, más cuando esas atenciones tienden a acompañar a una familia tanto en las alegrías como en las triste– zas de la vida. Pero con sinceridad y normalidad. Es una delicadeza y la delicadeza será siempre como el perfume de la caridad. 14

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