BCCCAP00000000000000000000801

204- La Eucaristía. No me resisto a decirlo. Lo creo no solamente dentro de la posibilidad sino que lo presiento fundado en la misma realidad. Sencillamente, misterio tan formidable tuvo que bullir en su corazón desde el p;rincipio de su venida al mundo. Si fue tanto su deseo y tan grande su amor que no pudo resistir el secreto y lo echó a vuelo en Cafarnaún porque ya no podía retenerlo en su corazón, yo pienso que tampoco pudo contenerlo y aguantarlo sin decirlo a su madre. ¿Excesivo? Poneos en el caso de cualquier hijo con su :madre. ¿Qué hubiera hecho? Todo pensamiento y proyecto que bulle en nuestra cabeza y todo senti– miento que absm·be nuestro corazón lo participamos a la madre. Se lo hemos de decir, aunque sea el se– creto de un amor. Y cuando sabemos que el proyecto va a realizarse no podemos contenerlo en su gozo o :incertidumbre y es la madre quien recibe la prime– ra confidencia. Además hemos de suponer que María, como buena· madre, como toda mujer preocupada de la suerte del hijo, habría hablado en más de una ocasión del posi– ble adiós definitivo. Quizá fue entonces el momento propicio para hablarle no solamente de su muerte sino también del gran gozo y consuelo de su presencia sacramental. Reserva tan importante ¿no daría pie para presumir una falta de confianza con su madre María? Hemos de insistir una vez más en lo humano del corazón de Jesús. Era un hijo. Jesús tuvo que tener esta deferencia con su madre. Ella tuvo que ser la primera en saber el gran miste– rio de amor de su Hijo. ¿Razones? ¿Acaso las tiene· el corazón? La crítica dirá lo que resulte del aparato: crítico de los Evangelios y nada más, pero el corazón

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz