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·meditaciones a la vista de los hombres de su pueblo, ganaderos y labradores y a la vista de su misma madre, mujer de casa. No es de extrañar que Jesús tuviera con su madre los diálogos que más tarde compartiría con sus após– toles. Ni resulta fuera de tono afirmar que comen– tara con ellas las grandes ideas que luego desarro– llaría en su predicación. Ideas sobre el Reino de Dios, comentario muy po-– ·sible a la levadura que su misma madre echaba en la artesa para hacer fermentar toda la masa. Más de una vez lá habría visto amasando la harina para luego cocer el pan. Y al venir los pastores guiando sus rebaños al aprisco no és difícil que comentara su pastoreo uni– versal y _su vida dedicada al cuidado de los hombres, ovejas perdidas o acechadas por el lobo. Al tiempo de la oración, en la dulce intimidad, le ·Jiablaría de la paternidad de Dios, tema personalísi– mo y éntrañable de Jesús. Le descubriría los secretos ,dél Padre y los misterios de su corazón maravilloso. En la sinagoga, a la: vista de los escribas y fari– seos, pensaría en el sentido exacto .de la Ley y le asquearía la perfidia y la hipocresía de aquellos hom– bres llaq1ados santos. Es fácil lo comentara con su madre y le hablara del espíritu que vivifica y de la hAmildacl y sencillez de corazón. No era crítica ni sjmple comentario, sino lam_ento de su corazón que esperaba el día de anunciar a todo el pueblo la ver– dad y santidad del corazón. Hemos de pensar que los mismos sentimientos de repugnancia a la hipocresía de los fariseos que Cristo demuestra en su predicación, vivieron en su corazón ·mientras su estancia en Nazaret y sus visitas al Tem-

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