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-201 En estos momentos es cuando el Hijo hablaría con la madre de «su hora», la que tantas veces ha de· comentar en su Evangelio. No hemos de imaginar que Jesús se echara al hmn-· do, a la Redención, a su ministerio, sin antes haber· hablado con su madre de· sus planes y proyectos. No, es extraño que comentaran y quizá a menudo, la ·si– tuación moral del mundo, tanto del judío corrio deI pagano. Sus corazones se lamentarían con amargura, pero sin desesperación ni pesimismo, y hablarían de· la hora vecina de la Redención. Era grande su ruina y su postración espiritual, pero estaba a la puerta y ya en caµiino el que les iba a traer la salvación. Es entonces cuando harían de nuevo el ofrecimjen– to de sus vidas al Padre Dios. Aquel mismo ofreci– miento que hicieron a Dios en el Templo en los días; en que. El era tierno Niño y ella la dulce madre de Jesús. Afirn:arían más y mejor el concepto exacto de Mesías ·y comentarían agradablemente las profecías mesiánicas -del Antiguo Testamento. Esto tuvo que suceder más de una vez en la pequeña casa de Na-. zaret, en esas horas de larga y sabrosa intimidad. La predicación de Jesús. Aunque Jesús fuera Dios y tuviera, como Dios. toda ciencia, no hemos de olvi.dar que también fue un hombre y que vivió y se desarrolló, según frase· del Evangelista Lucas, como nos desarrollamos todos los hombres. Su inteligencia humana anduvo los pa– sos que anéamos todos los humanos. Jesús adelantó en edad y sabiduría, nos dice el Evangelio. Sus discursos y parábolas, las grandes ideas des– arrolladas é:1 sus temas de predicación, fueron antes· mater'ia de su meditación. Más de una vez tuvo estas

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