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200 - Y quiero poner este capítulo porque ciertamente vería una falta, por lo menos psicológica, en este es– bozo de vida de María, sin este capítulo que quizá parezca tierno y devoto pero que yo lo veo normal, lógico y realísimo. Horas de intimidad. Las tienen todos los hijos con sus madres. ¿Por qué no las había de tener Jesús con su madre María? El corazón busca sus horas de expansión. Y esto en mil circunstancias de la vida. Jesús tuvo, pues, sus horas de expansión, de intimidad, con su madre. No lo hemos de olvidar. Quizá al atardecer, en esas horas de intimidad, cuando hasta el aire se hace misterioso y los cielos' casi sombra, Jesús, al trasluz, conversaría con su ma– dre para contarle los secretos de su corazón. Hé:mos de ponernos en la realidad y ver en María y Jesús dos almas a las que el Señor unió no sola– mente en función de madre e hijo sino en función -de Redentor y Corredentora. Otro detalle que no hemos de olvidar, para com– prender estas confidencias, es las largas horas y días que vivieron juntos y solos. Un día el buen José cerró sus ojos a la luz de este mundo para abrirlos a la luz eterna. María quedó viuda y Jesús sin la sombra buena del padre legal. Quedaron solos y esta misma soledad habría unido más, si más entrañabili– dad cabía, los corazones de :madre e hijo. Y si todo hijo trata con su madre del porvenir, hemos de suponer que María y Jesús se entretuvieran más de una vez en charlas íntimas sobre el porve,. nir, la misión de sus vidas, sus destinos... Y aquí es cuando Jesús descubriría a María el curso de su vida.

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