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18- ría un tanto arriesgada cuando vemos a María, hija única, pobre y sin recursos. A pesar de los muchos años vividos ;en matrimo– nío, Joaquín y Ana se encuentran sin hijos. Dios no ha bendecido el seno de Ana con la alegría de un hijo. Ana espera. En. la espesura de la noche los dos esposos suplican a Dios que retoñe el árbol de su vi– da y haga nacer la rosa bendita de un vástago. Los Apócrifos nos siguen hablando de Joaquín y de Ana. El rico propietario se encuentra lejos de Na– zaret soportando la desgracia y la deshonra de su :ma– trimonio sin fruto. Ana sufre y llora y suplica, reza. Pide con lágrimas al Dios de las aves, de las bestias, de las fuentes y de las rosas que -de fruto a sus entra– ña, «Vive el Señor, que si liego a tener algún fruto de bendición, sea niño o niña, lo llevaré como ofrenda al Señor y estará a su servicio todos los días de su vida». Estando Ana en su jardín y levantando los ojos al cielo vio un laurel y en sus ramas un nido, con las crías cantando. Ana gime y llora: «Ay de mí... ¿A quién me asemejo yo? No a las aves del cielo, puesto que ellas son fecundas en tu presencia, Señor». Y he aquí que un ángel le dice: «Ana, Ana, el Señor ha escuchado tu ruego: concebirás y darás a luz y dé tu prole se hablará en todo el mundo». Joaquín está pastoreando sus r~bañC>S. En la 'hora de la oración se acuerda de su pena, suplica y se re– signa, abandonado al querer de Dios. Es entonces cuando Dios le ha mirado con benignidad y le ha pro– metido lo que tanto tiempo ha soñado. Joaquín y An:á tendrán sucesión y ésta será bendita. , .:foaquín .no esperó. Y al 'llegar con sus rebaños es– taba Ana a la puerta. Esta, al verlo venir, echó a co-

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