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194 - jntentemos buscarlo en el Templo, junto a los docto– res de la Ley, junto al sacerdote. Es hora de que lo encontremos para que resuelva nuestras preguntas y El nos haga las suyas. Preguntas que pueden solu– cionar las crisis que sostenemos en nuestra concien– cia. Crisis que son muchas y grandes y angustiosas. Porque Cristo podría preguntarnos muchas cosas a las que daríamos respuestas y soluciones que no corres– ponderían a la realidad. Y podría respondernos a nues– tras obsesiones y dificultades para darles solución. Solución para todos estos grandes problemas que nos obsesionan y Íastidian, problemas que angustian nues– tro corazón. Problemas del misterio de la vida, de la muerte, del pecado, del hombre y de la miseria y del dolor. Problemas del amor y de la alegría, de la paz y del bienestar social. Problemas de instinto y sangre y es– píritu. Problemas todos que el hombre resuelve a su modo, momentáneamente, pero que no obtienen una solución definitiva e inquebrantable. Gran Maestro que despreciamos. Doctrina la suya que interpretamos a nuestro gusto. Porque es doloroso que mutilemos su espíritu los mismos que nos lla– mamos cristianos. Porque estamos confundiendo mu– chas veces su espíritu de vida con el espíritu de- la letra, de la moda y de la costumbre. Y esto porque no nos acercamos a beber su espíritu al pie del altar, en el templo y entre los doctores que El ha dejado en su Iglesia para darnos la verdad y el bien. Buena lección para estos tiempos de escepticismo, de. fracaso y de catolicismo mutilado en muchas oca– siones. Absurdos en un mundo que se llama cristiano y .que no tiene de cristiano más que la tradición y la costumbre. ¡Y cuánto duefo! ·

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