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192 - Al cabo de tres días lo hallaron... Amaneció. Y todo el día fue como un martirio .•continuado. Larga pesadilla de un día, de sol a sol, .buscando al Niño que no aparecía. Recorrieron las calles y visitaron las amistades. Preguntaron y mira– ron todos los rincones. El Niño no aparecía. Largo ,e inquieto pensé¡lr, desasosiego, intranquilidad. «Y al cabo de tres días lo hallaron ,en el Templo, sentado en medio de los doctores, escuchándoles y haciendo a la vez sus preguntas». (Le. 2, 46). La vida está llena de contrastes. Golpes de espíri– tu, abatimientos morales, inquietudes angustiosas que, al. solucionarse, provocan resurgimientos estupendos y alegrías indescriptibles. Cuanto mayor es la pena ma– yor es la alegría al resolverse el problema. María tuvo que sentir una emoción intensísima y una ale– gría desbordante cuando miró y vio al Niño en medio de los doctores con un aire de maestro y señor de los espíritus. Todo en proporción a la pena sostenida durante tres días. «Todos los que le escuchaban estaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba». (Le. 2, 47). Esto lo sabrán explicar las madres. Porque el mayor orgullo de una madre es el triunfo del hijo y la mayor satisfacción el éxito del hijo. Porque no hay en el mundo nada ni nadie tan desinteresado como el corazón de la madre. «A su vista los padres quedaron llenos de emo– ción... » (Le. 2, 48). No era para menos. Lo habían encontrado y además revestido con la admiración de un pueblo y con el aplauso de los doctores y maes– tros de Israel. «Y la madre le dijo: Hijo mío, ¿por qué te has

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