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- 1911 Los sufrimientos morales de un alma son insonda– bles. Esa -es la verdad. Y encuentro normal y lógico que no acertemos a comprender los sufrimientos de María durante esta noche. Lo que se me hace extraño• e incomprensible es que el mundo vaya perdiendo a Dios, lo vaya desterrando a cada paso de su vida y de sus estructuras sociales y el hombre viva tan con– tento o por lo menos con tanto disimulo y con tanta indiferencia. Incompr-ensible. Parece mentira que no lo eche en falta. Que lo abandone y. hasta pierda la fe en El, que viva de espaldas a todo lo que diga: ,espiritualidad sobrenatural y que piense alcanzar la paz y la alegría, viviendo como vive en esta ausencia. de Dios. Y que encima de todo este desquebrajamien– to espiritual viva con la carcajada a flor de labios y con el corazón tirado al aire como un voltear de· campanas y que presienta una primavera eterna sien– do así que se le avecina una ruina terrible y deses– perada. Este indiferentismo, esta frialdad que da ,escalo– frío al alma que aún tiene restos de sensibilidad, esta. apariencia de felicidad, de holgura, de bienestar, no tiene otra explicación, aunque sea doloroso el confe• sarlo, que el abandono de Dios. Abandono, por no· decir maldición de Dios. Por lo menos castigo de Dios que provoca la confúsión, el aturdimiento y cier– tamente la obstinación, fruto de la soberbia humana.. Resulta trágica la postura de un mundo que ha per– dido a Dios y más cuando va perdiendo la misma fe, que pudiera ser el rayo de luz que rompiera sus ti– nieblas y la :medicina que curara su corazón podrido, y la voz que le hiciera despertar de su sueño de· muerte.

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