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CAPITULO PRIMERO EL NACIMIENTO. DE MARIA ¡Qué triste sería el mundo sin la alegría de los niños! Esas voces delgadas y frescas, como trinos, esos ojos transparentando vida nueva y esa inocencia que estremece y a veces duele... ¿Y una casa sin niños?... Una •casa sin hijos es igual que un rosal sin rosas o un nido sin pájaros. Un invierno sin fín. Arboles se– cos, sin hojas y sin nidos. Y eso ;era aquella casa de Nazaret donde intimaban su vida dos ancianos, Joa– quín y Ana, cargados de años y alimentando esperan– zas ya viejas. Los pad1-es de María. El Evangelio nos describe la vida de Jesús. No in– -tehta describirnos la vida de María. Nos la presenta como conocida y no ha descendido a detalles. Pero la tradición y los Evangelios apócrifos nos hablan de Joaquín y Ana como de los padres de Ma– ría. Joaquín, para los Apócrifos, es el rico propietario, señor de grandes rebaños. Abu.nda en riquezas que distribuye entre la casa, los pobres y ,el templo. Teo- 2
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