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CAPITULO XIV ,EL NIÑO PERDIDO Y HALLADO EN EL TEMPLO Mientras tanto «Jesús fue progresando ,en perfec– ción intelectual y física y en el favor de Dios y de fos hombres», nos dice el Evangelista Lucas. Se adi– vina el regocijo de la madre. No hemos de olvidar que María llevaba en su eo– irazón •el tesoro escondido que lleva en el suyo toda madre de un hombre. Y hemos de suponer la alegría rebosante en su corazón al ver adelantar a su Hijo hasta la madurez de un hombre. Toda madre se regocija con el hijo que crece y ma– dura. Al fin es misión especialísima de la madre criar al hijo. Por eso se le llenan las entrañas de go– zo y casi le revientan los ojos de alegría cuando lo ve crecer sano y robusto, tanto y más que se alegra JI. goza mientras van corriendo los nueve meses para hacer un niño. Todo esto lo experimentó María. A Jerusalén. «Solían ir sus padres todos los años a Jerusalén pata la fiesta de la Pascua» (Le. 2, 41). Interesante

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