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184 - mente. ¡Tiene tanta gracia!... Para mí no tiene nin– guna. Y hay que llevarlo a la iglesia, como María lle– vaba al Niño a la sinagoga, Tiene que aprender el camino de la iglesia que más trde le llevará a Dios Y a la felicidad. Y el camino que aprende el niño es el camino que antes recorren los padres o mejor que lo recorren juntos y en compañía. Y el camino del altar. Camino de eucaristía. ¿No lo entienden así los padres? No basta el camino que recorre el niño en filas de dos en dos o de cuatro en cuatro, cuando colegialmente, va a la iglesia, al al• tar o al confesonario. ¿Lo creen suficiente? Pues yo no lo creo. Lo estamos lamentando todos. Los hjjos recorren el camino de los padres y no el de sus com– pañeros de estudio o de sus educadores. Y tienen que reunirse para alabar a Dios, para bendecirle y agradecerle tantos favores como nos dis– pensa al cabo de cada día. Desde el pan que come– mos hasta las penas que sufrimos todos los días. Todo. Cuando las familias cristianas aprecien y apren– d~n a ver la relación estrecha que tienen con Dios de quien dependen en todo y para todo, encontra– rán la soltura y la· elegancia para vivir :en paz y en amor. Aun en medio de la pobreza, porque sólo Dios basta para hacer feliz a una familia que tiene fe. Lo hemos olvidado. Hemos quitado importancia a esta presencia de Dios en la familia. Antes se re– zaba más en común. Y como ahora se reza poco o no se reza nada de ahí que en muchas familias se vaya mascando a diario y ,en soledad el vacío más sinies– tro. Si hay tanto de formulismo en las familias y tan– to despotismo y tanta amargura y tanta frialdad no

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