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178 - Vida de amor. Y lo primero que supone la vida de familia es una vida de amor. Porque el amor brota espontánea· mente. No se estudia ni se aprende. Se improvisa y casi siempre se improvisa bien. Y esto es lo que hizo María a lo largo y a lo ancho de su vida: amar en– trañablemente, sencilla y profundamente. Los detalles que conocemos de la vida de María están revestidos con la elegancia de la sencillez y naturalidad. Hemos de suponer, por lo tanto, que las demostraciones de amor a Jesús, su Hijo, y a su es– poso José fueron sencillas y espontáneas, como las de cualquier madre y esposa. Demostraciones que es• tuvieron ausentes de la tontería y del sentimentalismo barato que a veces se ve en familias postizas y su· perficiales. Fue un amor recio, profundo y sano. Amor que se enraizó más profundamente al con– siderar lo sobrenatural y la grandeza de su entronque con lo divino. Porque si brota el amor familiar tan natural y espontáneamente es porque va unido a la misma naturaleza, obra maravillosa de las manos de Dios. Y por encima de este amor natural, amor brotado de la misma fuerza natural que nace del corazón, María adoptó otra postura más íntima y sublime. Jesús, además de hijo suyo, era Hijo de Dios. Era por lo tanto su Dios. Motivo más que natural y hu– mano para amar entrañablemente a Jesús. José era también, además de su esposo, el padre legal de Jesús. Encargado de amparar su virginidad y. protector del Niño Dios. No es extraño, pues, que al amor natural añadiera este sobreamor sobrenatu– ral. No es extraño que superara su encanto y mara– villa y adquiriera proyecciones divinas.

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