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170 - mamente el hombre de carne y hueso. y de espíritu. ·Sobre todo el hombre de espíritu. Porque al hombre ,que vive según la carne esto le tiene sin cuidado. No le preocupa. Fuerte tragedia. Dios perseguido en el alma del :hombre En el hombre. Dios -su vida- ha nacido en el hombre por el bautismo. Otras tantas veces, caso de perderla, ha renacido por la contrición y la con– fesión. Y ahora está cerca, viviendo en nosotros, den– tro del alma; ,en el fondo del espíritu. Y recién brotada, recién nacida la vida de Dios en el alma, se encuentra ·con enemigos que se esfuer– zan para troncharla en flor. Solemos llamarlos de– monio, mundo y carne. Reducidos a uno solo: pasio– nes, que es decirlo todo. Pasiones levantadas en el espíritu, contra todo aquello que se relacione con Dios. Para salir airosos y vencedores en esta lucha, yo ·daría a los hombres el remedio de la huída.· Como en el <.:aso que comentamos. Huir de lo que suponga pre– ·sencia demoníaca, imaginación, realidad, caminos de perdición, etc. Huir de lo que huela a mundanidad y espíritu mundano. Hasta huir de nosotros mismos. Huída que supone morir a sí mismo para que nazca ·Cristo en nosotros. Muerte que se puede concretizar en mortificación de alma y cuerpo. Pero esta ascética de huída tan sólo tiene remedio cuando tiende a dar con la mística del encuentro. En– cuentro ,en Dios y con Dios. Porque es absurdo, y ade– más tremendamente triste, hacer la travesía de este desierto de la vida con el corazón en soledad. Dios nos dio el corazón para buscar un compañero de ca– mine. Compañero de amor. El corazón del hombre no puede estar vacío. Ha de amar. Llenadlo de Dios para amar su amabilidad infinita. Esto basta y recon-

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