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168 - autenticidad. Por el orgullo de querer interpretar y saberlo todo al margen de Dios. Todo por fiarse de su solo entendimiento y no fiarse de la voz de Dios. Camino de Egipto. EJ. arte cristiano, reflejo fiel de la tradición, nos los dibuja resignados y con pocos recursos. María montada en el borriquillo y el Niño ,en los brazos. José pensativo, cabizbajo, arreando las riendas al ju. menta. Así, con la incertidumbre y con el corazón en vilo. Egipto dista de tres a cinco días, en cabalgadura. de la ciudad de Belén. El Evangelista no nos descri– be su viaje. Pero tuvo que ser pesado y amargo. So– bresalto. Nos lo podemos imaginar. Sería mediodía cuando debajo de una palmera o tras de unas ma– tas o al abrigo de un ribazo, comerían los pocos y menguados manjares de un rápido avituallamiento. De v,ez en cuando, al caer de la tarde o ya entrada la noche, cobijádos por la luna y las estrellas o las nubes y el viento, harían un a_lto en el camino. Des– pués reposarían teniendo entr,e los brazos la caricia de un Niño Dios. Así cuatro o cinco días. Dulce peregrinar. Y en la incertidumbre, gozoso y suave. Y es que el gozo brota y reposa en la hon– dura del corazón. Se entiende si en él descansa Dios. Como en la huída de María a Egipto. ¿No es la vida un viaje y un camino y una huída y bravo peregrinar? En este valle de lágrimas, de amargura. Pero basta la presencia de Dios, divino remedio, clara estrella, para vivir y andar en dulce gozo. Atravesar el desierto, patrimonio que hereda– mos. Desierto y cuesta arriba. Todo para comer el pan a fuerza de dientes y amasado con penas. Sólo nos resta la sonrisa de un Dios Niño que sostenga

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