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la endulza y supera indistintamente; Y muchas ve– ces sucede lo que puede suceder; El hombre es pequeño para tor,cer los caminos de Dios. Pero es lo suficientemente libre, a veces ridí• culo, para torcer su propio camino. Y lo ridículo, lo· absurdo y amargo está en que consciente y libremen– te tuerce su destino, mejor su camino, y se hace es– clavo de las cosas pequeñas y mezquinas para liber– tarse del amor de Dios. Tríste historia del pecadc,.. En el alma de cada hombre está pintado algo pare– cido al árbol del Paraíso. Y al pie ,del mismo se re· pite la historia, la escena de una tentación. Como se la quiera describir, pero una tentación. El hombre" niega a Dios sus derechos y negando a Dios renuncia, 3 su propio destino y a su propia grandeza. Todo tiene un remedio. Remedio o redención. El hombre que ha torcido, su camino y ha negado a Díos sus derechos y se ha· negado a sí mismo, puede encontrar de nuevo su ru– ta, reafirmarse en Dios y encontrarse a sí mismo. Le, queda una solución y la tiene en el sacrificio, en la: penitencia, en el dolor, en la cruz y en la muerte. Todo esto unido, por esa unión mística, a la Cruz· de Cristo y al dolor de la Madre Virgen. Al hombre le queda la libertad para unirse a Cris' to y María y en sus brazos llegar, como un campeón, herido y destrozado, pero curado y reconstruído, a los: brazos del .Padr,e Dios. Paralelismo formidable con María. Ser glorifica· dor, en la mente de Dios. Pero pasar por redentor· hasta quedarse ,en triunfador de la vida y de la muer•– te en la felicidad de la casa de Dios;
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