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162- meternos un sueño en la cabeza para deshacerse de nosotros. Bien poca cosa por cierto. Y para desasirse de la política necia; torcer el camino de unos magos. 'I'ambién muy poca cosa. Degollamiento de los Inocentes. Lo triste y absurdo es que no tengamos humildad suficiente para hacer un poco de reflexión. Lo inad– misible es que queramos corregirlo todo con despo– tismo y sinrazones. Porque, burlado Herodes, mandó matar a todos los niños nacidos en Belén y su co– marca de menos de dos años. Como si matando la ingenuidad de unos niños hiciera desaparecer la pre– sencia de Dios. Solución ridícula. Co:mo la de aque– llos que quieren hacer desaparecer a Dios porque le– vanten su :mano airada contra sus adoradores. Dios está por encima de los hombres y Dios no está en• carnado precisamente en sus adoradores. Vive en ellos pero no desaparece con ellos. Dios se deja adorar, tocar, incluso se hace Sacramento, pero Dios está, por encima de los hombres y sus instituciones. Maria entre tanto. María entre tanto esperaba la hora. Los magos le enteraron de su camino, de su estrella, de su con. versación con Heródes. Ingenuamente, sin duda, le dijeron de los propósitos de Herodes y su corte. María soñó, esperó, confió. Pero no se ilusionó con el triun– fo porquD estaba de sobra enterada de que al Hijo de Dios le esperaban desprecios y :muerte. Recordaba las palabras del Anciano. También aho– ra seguía siendo bandera y signo de contradicción. Por eso esperaba acontecimientos.

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