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14 - El gran destino. Es verdad que los hombres damos poco valor a: esta proyección de la persona hacia lo divino y tras– cendente. Y sin embargo quizá fuera ·la clave para un optimismo sano y racional. El ho:mbre y el mun– do lo necesitan. Nos creemos pequeños y de realidad lo somos. Pero nuestra función social, función que arranca de nuestra sobrenatural grandeza, es magní– fica y soberana. Todo hombre que viene a este mundo -y viene· nacido de las manos y del corazón de Dios- lleva sOi– bre la frente y esculpido ,en el corazón un plan que– rido por Dios y va o tiene que ir a Dios. Por eso y para eso. Está en contacto con Dios y tiene como cen– tro de su vida a Cristo y con Cristo a María. El hombre tiene un lugar en el pensamiento de· Dios. Dios lo quiere para algo grande. No ha venido· al mundo casualmente y con un destino inconcreto. Dios ha puesto al hombre en el mundo para que le de la gloria y el servicio de un ser racional y luego de un hombre cristiano Como a Cristo y a María. Pero le ha de glorifi– car en sus cosas y en sus quehaceres. Tiene el minis– terio de dominar la creación y embarcarla, perfecta:. y gloriosa, al corazón de Dios. Y esta glorificación: la: ha de hacer apoyándose en Cristo y María que son los puntales de la creación y de la Historia y ápice de la Humanidad entroncada a Dios. Realidad absurda. Y el hombre tiene una libertad. Fuerza que arran– ca de su pensamiento y de su voluntad. Y de aquí nace la tragedia. El sí y el no que amarga su vida o

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