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d.e, ingenuidad, ser un poco o. un mucho más llano. ;&o· quiero decir ser un crédulo sin sentido y sin aná– Jisis de los hechos, pero cuando se ve la mano de Dios, hay que olvidar el demasiado espíritu crítico :que por ser ,excesivo llega a la insensatez. , La historia, aquí la narración evangélica, nos dice _sencillamente: «Nacido ya Jesús en Belén de Judá en los días del rey Herodes, llegaron del oriente unos– magos, preguntando: «¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque hemos visto su estr-ella en oriente y venimos a adorarlo». . No pedimos explicación alguna. Al hombre cuerdo• 1e basta con saber que la sencillez de la narración, desprovista de aparato literario, responde a una rea– lidad. Realidad que no impide el milagro sino mu:v al contrario, que lo presupone. De no deshojar el Evangelio a nuestro gusto o al de nuestros prejuicios, y el hombre interesado tiene demasiados, hemos de afirmar y sostener la maravilla de un milagro hecho para el pueblo gentil. Milagro que lo admitieron po– cos, los magos, como ,el milagro del ángel a los pas– tores, también echado al olvido. El milagro de la estrella fue recogido con respuesta afirmativa por las almas sencillas que conservaban la esperanza de una profecía antigua, los magos de· oriente. Profecía antigua, quizá tan antigua como el mismo mundo. El miedo a lo divino, Con rapidez y ciertamente con grande ilusión, los– magos hicieron su largo viaje. Los magos de oriente, hombres sencillos, probablemente adinerados, descifra– dores de los signos del cielo, no dudaron y se lanzaron a la aventura de encontrar a Dios nacido entre los:

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