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146,- de la madre: aquella mujer que después de. haber traído un hombre al mundo, vive cargada con todos los dolores y contratiempos del hijo. María, desde ahora, se encuentra en la encrucijada de la historia y en sus mil caminos como una madre que llora la ausencia del hijo y la ruina de los hom– bres. Frente al anciano Simeón se mira unida al Hijo. Madre también de mil hijos desamparados y madre de otros muchos que la maldicen como a madre de un Hijo Dios que puso para ellos el signo de la ruina y de la destrucción. Y esta es la historia de María. Historia de un co– razón atormentado, traspasado por la espada de un dolor descomunal y definitivo en su existencia mortal. El anciano la vio acorralada por la multitud de voces desenfrenadas y delirantes contra su Hijo, ban– dera y signo de contradicción, piedra de escándalo cuando vino a traer la paz y el amor. A Ja luz del Evangelio la vida de María resulta maravillosa. Porque si algo deja patente y claro la lectura del Evang,elio en referencia con María, es la unión y función conjunta de María con el Mesías, su hijo. El dolor de María ante la profecía de Simeón es eI dolor de una madre que sufre ante la Redención frustrada para miles de hijos. Y María entra con Cr~sto de lleno y activamente en la Redención. No le importa tanto su dolor personal cuanto la desgracia de tanto hijo enfrentado a Jesús el Redentor. Igual qu0 una madre a quien no importa tanto sus dolores maternales cuanto el riesgo e infortunio de sus hijos. Por eso la palabra profética del Anciano se clava en su corazón y comienza su pasión dolorosa. Desde ahora. Podríamos decir que el dolor de María fue un

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