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-141 1)orque han contemplado mis ojos al instrumento [de salvación ,que has puesto al alcance de todos los pueblos: luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel». (Le. 2, 27-33) Podríamos decir que Simeón, este anciano vene· Table, hombre carismático, entrañablemente unido a Dios y por El iluminado, mezcla de profeta y de mís· iico, es quien cierra el largo ciclo del Antiguo Testa· mento. Profeta y Cél!Si sacerdote, viene al Templo traído a impulsos del Espíritu Santo para que clausure con voz de profeta y con experiencia de muchos años y plegarias incesantes, el tiempo de la esperanza e inau• ·gure,. en el mismo Templo, la nueva era de la r.ealidad y de la gracia. & «Ahora, Señor, 'ya puedes dejar que tu siervo vaya en paz...». Había llegado el Pacificador. Se adivina la nostalgia de todo judío en las puertas de la muerte. Es la nostalgia y la esperanza del Redentor. Una muerte con la incógnita de un porvenir que no llega pero que tiene que llegar porque está predicho. Simeón sabe que ha llegado ya. No 11:! importa la muerte. La espera. Casi la besa. El hombre teme la muerte. Quizá nadie como el hombre español, el pue– blo, la lleve tan metida en su entraña espiritual. Sin embargo el anciano Simeón se planta ante la muerte tranquilo y en paz. Y esta paz le nace de una fe que comprueba y palpa en esta hora y en el Templo. «Una vez que has ·cumplido tu promesa». Certeza de un Salvador. Luz ,que viene a iluminar a todo hombre, gentil y judío. Cristo, el cristianismo también, da esperanza aun -€ll la desesperanza de la muerte. El hombre teme a

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