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130 - tanto progreso, tanto descubrimiento y tanto princi· pío desarrollado, no haya llegado a la liberación com• pleta del hombre? Porque la realidad, la experiencia que parece latir en los corazones humanos es la de que necesita un Salvador. Yo me pregunto si no será verdad que la ciencia, el hombre, no ha dado su nombre exacto y verdadero a las cosas, al universo. Por lo menos es cierto que no les ha dado a las cosas el valor que tienen, lo que merecen, lo que es suyo. Esa injusticia que padece el mundo en sus cosas y en sus valores, no tanto in– justicia social cuando injusticia de derechos sobrena– turales, que son los más auténticos derechos, es el mal que :¡;¡adece el mundo. Entrada en el pueblo de Israel. No bastaba con ser humano. Era necesario que estuviera entre la descendencia judía y entre los hijos de David. Tenía que estar incluído sustancialmente en el pueblo de Dios para redimir al mundo. Así lo había querido Dios y así lo había predicho. Son mis– terios de Dios. Nosotros no tenemos que ver nada con los designios de Dios más que cuando nos tocan de cerca. No los entendemos. Nosotros conocemos el he– cho, la voluntad de Dios, lo demás es como un se– creto que El sólo gusta y comprende. Y es en esta operación, con sangre, en este rito de ascendencia del padre Abraham, cuando Jesús en– tra de lleno en el pueblo judío según la Ley. Ahora es un judío que lleva en su carne el sello indeleble de su raza. María no se ha contentado con traerlo al mundo, con ofrecerlo como un retoño na– cido de su rama virgen. Ella nos lo quiere entregar con el sello que Dios quiso para lo suyo, lo más que-

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