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126 - silencios prolongados, José de Nazaret se afanaba en-· contrando el hueco de una habitación para recogerse· con su esposa y el Niño. No sabemos el tiempo preciso, si fueron :muchos O· pocos los días. San Lucas y los otros evangelistas no nos dan detaÍles. Solamente el Evangelio de san Mateo nos dice que cuando vinieron los Magos de Oriente encontraron a María y al Niño en una casa, como– cualquier famlia. No lo hemos de extrañar. Cumplidores de fa Ley. Podíamos afirmar que toda ley nace de un amor, por lo menos de un amor al orden. Esto es verdad. Pero no es frecuente considerar la ley bajo este punto de vista, bajo este aspecto cordial. Y sin embargo es imprescindible, para llevarla con corazón regocijado, humanizarla y casi mejor divinizarla. De no hacerlo así se hace muchas veces insoportable. Por lo menos fría, inaguantable. Aun en la ley hay que poner un poco de corazón y un bálsamo de amor y de cariño. Además que lo tiene. Porque raramente se da una ley por el mero capricho y la sola finalidad de es– tropearnos la vida. Eso es absurdo. Si por encima de esto le añadimos el reflejo ma~ ravilloso de la voluntad de un Padre Dios, se la trans– forma en algo íntimo y trascendente. Solamente en• tonces se hace fácil el cumplirla y llevarla cantand~ por la vida y se hace ligera en frase del Divino, Maestro. Vamos entonces cantando por la vida como si lle– váramos encima de los hombros y apretándonos eI corazón la voluntad de un Padre que ama. Se lleva encima una cruz que a la vista del Padre se truca en peso de flores.

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