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CAPITULO IX LA CIRCUNCISION DEL NffiO «Después que se cumplieron los ocho días para la circuncisión, le impusieron el nombre de Jesús, nom– bre que le había dado el ángel antes de haber sido concebido». (Le. 2, 21). No sabemos los días que María y José vivieron con el Niño en la oscuridad y estrechez de aquella cuev:a, maravillosa ya desde entonces por :el milagro de aquella noche de invierno, dulce y sonora. Aquellos días fueron, sin duda, traspasados de una alegría estática, intensa. Días derramados de un per– fume caliente sobre la tierna carne del Niño. Días rebosantes de ternura y adoración. Y también 'días de honda pena y preocupación al tener al Niño en tanto desamparo, lejos de la ciudad, lejos de la co– modidad y aun de lo indispensable. No en vano era madre. Pero pasaron los días de aglomeración, de alocado trasiego c;le gentes que venían a cumplir la ley de César: que todo el mundo se empadrone. Y mientras los caminos se poblaban de caravanas, azotando el paisaje en mil colores, de voces desenfrenadas y de

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