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-123 milagro y se goza en los ojos del Niño que le miran y. le sonríen y casi le hablan. María ha llegado a la unión con Dios. Ahora sólo 1e resta el saborearlo en lo profundo de su alma y de ·su corazón. «María guardaba todas estas cosas en lo más íntimo de su alma... ». Las medita, las da cien vueltas en su conciencia, casi las acaricia. María ya no piensa, no discurre, contempla. Pero su contem– plación se hace sabrosa. Y no contempla a distancias, a lo lejos, sino de cerca, desde dentro y desde e! ·Corazón. Ni siquiera se dice sus palabras, descifra, hasta el agotamiento, las palabras y las cosas que Dios ha dicho y ha hecho. Las que dijo a los pastores y aque– llas que _antes se le dijeron a ella misma, cuando era una niña y casi tuvo miedo a ser su Madre. Aquellas ·y todas. Aun aquellas que entendió salidas de su tier– na carne de Niño, dulces palabras de tierno amor. Buena lección para el hombre de nuestros días, tan acostumbrado a oir dulces palabras que no entiende ni regusta por no meterlas, como viejo tesoro, en el misterio de su corazón. Quizá le pasa lo que a los pastores que oyeron, se maravillaron, hablaron a sus vecinos de las :maravi– llas que oyeron y luego se fueron como pájaros asus– tados porque no les dieron cabida en su corazón. No supieron apreciar y meditar el don de Dios. Hoy corren muchas palabras, se dicen muchas fra– ses bonitas, incluso hasta se hacen muchos milagros en este mundo obstinado en no querer ver a Dios. ·Muchas suenan a maravilla pero no bajan al corazón para meditarlas en dulce coloquio consigo mismo. «María guardaba todas estas cosas» y las meditaba ·en su corazón. Estupendo programa de vida espiritual.

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