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-121 fue la de los mismos ángeles que a la medianoche se echaron a volar por los montes y los caminos anun– ciando ,el mensaje de un Dios hecho tierna carne de· niño. Igual. Dieron a conocer y divulgaron todo cuan– to se les había dicho acerca del Niño. Y es un detalle curioso el que apunta el Evangelista, detalle que nos demuestra la fe de los pastores. No refirieron tanto lo que habían visto cuanto lo que se les había dicho. Por eso divulgaron cuanto se les había dicho acerca del Niño. Es la postura de un hombre que vive la fe. No– se fía tanto de sus sentidos cuanto de la palabra de· Dios. Se fía menos en su experiencia cuanto aumenta su confianza en la Verdad de Dios. Palabra expresada. en la Revelación y concretizada en su fe. No se fía tanto de lo que ve cuanto de lo que cree. Y va pre– gonando a todos el don de Dios. Porque si algo es la fe es un don de Dios. Esto mismo hicieron los pastores santificados con la primera gracia del Niño Dios. Decir y pregonar. Lo demás lo haría Cristo cuando llegase la hora. Y prosigue el Evangelista san Lucas: «Todos los que llegaron_ a enterarse quedaron maravillados de lo que decían los pastores». (Le. 2, 18). Quizá sea muy actual lo que nos dice san Lucas. Quedaron maravi– llados, pero no añade si creyeron o no creyeron. La fe es un don de Dios. Y no está tanto -en admirar las, maravillas cuanto en doblar el pensamiento y el co– razón para sujetarlos a Dios. Trasladarse de lo mara– villoso a lo divino. Y esto sólo lo hace la gracia de· Dios. Gracia de Dios a base de nuestra buena volun-– tad. Al apóstol le toca hablar, decir, declarar, orientar. Lo demás lo hace Dios y la buena voluntad del que– se humilla ante lo evidente de lo divino y lo incom-– prensible del misterio.

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