BCCCAP00000000000000000000801

-115 miento que desconocían, tan cercano y ,de improviso, que el milagro los sobrecogió de gran espanto. Parece que el hombre está enraizado en una tie– rra de temor. Extraña lo divino y sin embargo fo divino está ,en la entraña del hombre tanto y más que el tuétano ,en sus huesos. Esa es la verdad. Hoy al hombre que vive en la ciudad y al hombre que vive en el campo le sucedería de idéntica manera que a los pastores y se espantarían. Yo no sabría explicarme este temor. Si obedece á lo desconocido o a lo extraordinario. O quizá pue– de ser el miedo al Ser que puede castigar o repren– der. O quizá responda al miedo que todo hombre sus– tenta en su conciencia y teme le digan la verdad exacta, le descubran el secreto que lleva en su cora– zón con miedo a que un día sea descubierto. Todo pue– de ser. Quizá también al miedo a la necesidad de cambiar de vida, prácticamente a la necesidad de creer más y mejor y vivir de esa fe que dice que no tiene o que acuna muerta en su corazón con una vida sin sentido. Todo pudiera ser. En los pastores fue lo repentino del milagró, lo imprevisto. La visita de alguien que viene sin pasar aviso y desde lo desconocido. Díjoles el ángel .. «No tengáis miedo. Mirad, vengo a comunicaros una gran noticia que será motivo de alegría para vo– sotros y para todo el pueblo. Os ha nacido hoy en la ciudad de David un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto os servirá de señal para reconocerlo: En· contraréis a un Niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre» (Le. 2, 10-12). Hizo lo que tenía que hacer, romper el miedo,

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz