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CAPITULO VIII LA ADORACION DE LOS PASTORES Belén resulta en Palestina como la umon de Ju– dea con el desierto. Beso y abrazo. Tierra llana y de cultivo, tiene brotado hacia el Este como un es– tremecimiento de rocas y de llanuras verdes. Tierra a propósito donde pastar los ganados y albergar pas– tores de vida nómada, alegre y triste, casi diríamos soñadora. Aquí en Belén, hacían los pastores sus prov1s10- nes para la larga ausencia en el desierto. Aquí, :::o– bijados en la hondonada, acariciados por el viento cálido del desierto, pasaban los meses del invierno. Aquí brotaban las primeras yerbas tiernas y jugosas, regalo para el ganado. El Evangelista Lucas nos describe con concretez típica una noche de tantas. «Por allí cerca había unos pastores que pasaban en vela y al raso las horas de • la noche, guardando sus rebaños)> (Le. 2, 8). La cir· cunstancia de velar guardando sus rebaños al raso responde a la costumbre de pastores nómadas y a la estación del invierno en Belén. 8

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