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106 - ,contenta. Lo mima y lo acuna en su regazo. Lo besa como a una rosa bendita, con respeto, con fe, casi ,con miedo a romperlo. No es suyo, es de Dios y de los hombres. Se siente como quien lleva por prime– ra vez en él pecho el secreto de un tesoro. Lo mira y lo vuelve a mirar. Ahora lo envuelve en pañales y 'lo acuesta en el pesebre. Y se le queda mirando. Y otra vez lo mira y lo vuelve a mirar como si todo su cuer– po :fuera un ojo inmenso y sus ojos un esquema de 'SU corazón. Envuelto en pañales, entre pajas y en el pesebre. Misterio de pobreza, como fue misterio de humildad y de amor. Noche de amor. Yo no comprendo qué entiende el mundo cuando .hablamos de amor. Tiene conceptos tan suyos y tan distintos de los de Cristo que no nos entendemos, nos confundimos. Pero es igual. La verdad es que esta noche es una dulce noche de amor. Más, que el amor nos viene de María y del Hijo, hecho tierna carne de amor. El mundo lo entiende a medias o no lo entiende. A veces lo entiende con la exactitud posible a un hombre y reacciona inconcebiblemente, ilógicamente. Rara vez se entusiasma y se entrega al amor de Cris– to. No salta ep. las almas la luz que tiene que ilu– minar las conciencias para conducirse según las nor– mas del amor. Jesús entiende el amor como signo de entrega. Se nos da. María nos lo entrega con esa sencillez y en– ·-canto que apunta el Evangelista. El gesto de María es de entrega. Como el de Jesús. Entrega que cul-

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