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Podemos hacer un pequeño diálogo. -María, tendrás frío, ¿no? -103 -No, José. No hace frío. Es recogido el amparo y la noche me besa con sus sombras. No, no hace frío. Y ya en silencio María pensaba en el milagro que tenía en su seno. Milagro a punto de romper en el amor de una tierna carne de niño. Llegan a Belén. Nazaret dista de Belén alrededor de los 120 kiló– metros. Dado el estado de María, calculamos en siete las jornadas de Nazaret a Belén. Así lo asegura tam– bién la tradición cristiana. Siete días de duro ca– minar. Una tardeada llegaron a Belén. Aquella tarde del veinticuatro de diciembre, cuando llegaron a ver las pdmeras casas y las primeras luces de Belén, María y José estaban cansados. Belén estaba recogida en el misterio de sus calles amparadas en las sombras. Anochecía. En las calles todo era silencio, en contraste con la charla alegre y animada, rápida, de los hogares acercados al fuego. Tan sólo resonaban débilmente en las calles empe– dradas o en los charcos de agua y nieve las pisadas inciertas del gris jumentillo. José fue en busca de sus parientes y· pidió posada. No había lugar para ellos. Quizá se adelantaron otros parientes que habían venido desde lejos por el mis– mo motivo de empadronamiento. O quizá no. María tenía cercana su hora. Quizá el mismo viaje adelantara sus días. José miró la posada pública, la caravanera. No era lugar decente para ,el trance tan íntimo de su esposa.

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