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100 - Romano... E iban a empadronarse cada uno a su pro– pia ciudad. También José, descendiente de la casa de David, subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David que se llama Belén, para empadronarse con María, su esposa, que estaba en– cinta». (Le. 2, 1-6). El Evangelio no nos dice nada del paréntesis en que María vivió la gestación del Hijo de Dios. Solamente nos descubre el modo cómo José des– cifró el misterio de María. Sus dudas y perplejida– des fueron amargas hasta que el ángel del Señor le dijo: «José, hijo de David, no tengas reparo en traer a tu casa a María como esposa, porque lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo y le llamarás Jesús, porque El será quien salve a su pueblo de sus pecados» (Mt. 1, 20-22). Y todo esto ocurrió en la dulcedumbre de un sue– ño. Quizá a media noche. Podemos adivinar su vida con José una vez que el artesano disipó sus dudas sobre el misterio de Ma– ría. La recibió en su casa y desde entonces fue una vida sencilla y sin complicaciones. Las únicas compli– caciones fueron las que acontecen a una familia po– bre que tiene que vivir de un sueldo que a veces llega y otras tantas no basta. O de un trabajo que abunda o de un trabajo que escasea, que se cobra o no se cobra. La vida más interesante sería descubrir el misterio de dos almas que vivían pendientes y a la espera del Mesías que estaba como a las puertas y a punto de llegar. Y ellos eran los encargados de abrirle la puerta y darle la entrada al mundo. . , El Evangelio nos dice solamente el hecho que mo– ;#vó el cumplimiento de las profecías que aseguraban 'él nacimiento del Niño en la ciudad de Belén.

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