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98 - recuerdo de José, su esposo. Este habría salido a re– cibirla con todo el cariño de su corazón hecho llama en sus ojos. Después atravesó el umbral y besó las sombras de la casa cerrada. Aquello tenía sabor a templo y per– :fume de santidad. Era distinto que el camino, que las plazas y las calles. Distinto que el olor de las rosas abiertas y los jazmines a medio abrir. Aquello era distinto. Allí quedaba, como guardado entre ropas, el perfume de un Dios hecho carne en sus entrañas de mujer privilegiada. dmfas .de José. No sabemos el tiempo exacto, pero ciertamente tuvo que ser a su vuelta de casa de Isabel. Habían trans– currido cerca de los cuatro meses desde su concepc-ión milagrosa. María comenzaba a dar señales de su nue– vo estado. María estaba madurando su maternidad. José se dio cuenta del nuevo estado de María. No ::;abemos el día ni la hora, pero el texto evangélico nos describe sus dudas y sus preocupaciones «Estaba desposada María, su madre, con José; y no habían cohabitado todavía cuando se encontró •en– ci:at2. por obra del Espíritu Santo». (Mt. 1, 18). María, legalmente, era esposa de José, aun cuan– do no se hubieran celebrado las bodas y la hubiera llevado a su casa. Por eso le extrañó enormemente el, estado de María. «Su esposo José, siendo como era un hombre recto y no queriendo denunciarla, pensó repudiarla secretamente; y estando para resolverse a ello se le apareció en sueños un ángel del Señor que le dijo: José, hijo de David, no tengas reparo en traer a tu casa a María como esposa, porque lo concebido en ella es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo

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