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dustriosos, buenos trabajadores y por demás · amantes de su patria chica, que nunca abandonan sin pena y a la que tor– nan siempre que les es posible. Son bastante morales los guajiros, distinguiéndose parti– cularmente las indias por su honestidad y recato. Hay mes– tizas de rara belleza que les ha conquistado a algunas el título de princesas y en ocasiones el de reina. Así, el de Reina de la Agricultura fué dado en 1944, por aclamación general, a Flor Emanuel González, y en 1949, con motivo de las fiestas del Trisesquicentenario del Descubrimiento del Lago de Mara– caibo, fué designada Reina la guajira Josefina Segunda Mon– tiel. Estas reinas, ataviadas con lujosa "manta", pañolón en la cabeza y cotizas guajireñas, parecen y son auténticas in– dias; pero vestidas de criollas, en nada se distinguen de las más encopetadas señoritas marabinas. Mirando ahora el reverso de la medalla, observamos que los guajiros también tienen sus vicios y defectos, por aquello de que nada perfecto hay en el mundo. Señalaremos los prin– cipales: La embriaguez. Al igual que otros indígenas y también los blancos, los guajiros "empinan el codo" a veces más de la cuenta, embriagándose con ron, chicha y otras bebidas fer– mentadas que ellos mismos preparan con plantas y hierbas silvestres. Una vez que se han "rascado" convenientemente, se tornan locuaces, atrevidos y pendencieros, llegando en oca– siones a cometer los mayores crímenes y siguiéndose de aquí enemist ades, pleitos y guerras entre unas y otras castas , las cuales no depondrán su enojo y harán las paces en tanto no hayan cobrado suficientemente la sangre derramada. El robo. La necesidad, especialmente cuando es grave o extrema, los obliga a apoderarse de lo ajeno (animales, objetos domésticos, etc.), ya que al poseer las cosas necesarias para la vida suelen respetar las propiedades del prójimo. Por eso se ha dicho que la necesidad "tiene cara de hereje". - 88 -

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