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1as pequeñas lagunas y en charcos que se forrr.an en los !loyos ,de los caminos. Algunos, para no esperé.r tanto, sacaban el agua de un pozo abandonado, de 21 metros de profundidad, con baldes o botes de leche que sujetaban con alguna cuerda o bejucos. Para sm:, ranchos la llevaban en "chiriguas" -ollas de barro cocido- o taparas, haciendo un rimero de ellas sobre sus ·burros. Act ualmente las cosas han mejorado: dos pozos en GÚ.a– rero, otros dos en Urachipa y dos jagüeyes -en Guarero y Yof<ipa-. Pero en días de calma las dificultades se repiten, toda vez que los molinos no tienen motor suplementario que haga las veces del viento. Algunos indios, en estos casos, se suben a la torre y dan en mover como pueden las aspas, con el trabajo y peligro que se dejan suponer. b) Vivienda.-En la Guajira no predominan habitual– mente el clima de fuerte calor, porque se halla neutralizado por las brisas marinas, y en las horas de mayor bochorno o . no viajan los indios o se refugian a la sombra benéfica de algún cují, que misericordiow tiende sus ramas para .refri– gerar a la caravana guajira que pide posada. Pero cuando no hallan el abrigo en sus propios ranchos y en otros tiempos de lluvias o de frío (llamemos así a las altas horas de algunas noches en que desciende algo más de lo normal la temperatura, la cual para nosotros resulta deli– -ciosa, mientras para ellos es intolerable), algunas pencas de coco o ramas de otros árboles, hincadas en el suelo o simple– mente apoyadas a un árbol, y otras tendidas por encima a modo de techo para defenderlos del rigor del sol, es el sis– tema de vivienda más usado entre estos pobres indígenas. ·unos pocos pueden permitirse el lujo de techarlas con palma o enea. Tenerlas con paredes, siquiera sean de bajareque, es por lo común lujo que raya en sibaritismo ( !) . En tales "gua– :ridas humanas", para complemento, parecen haberse dado punto de cita y sentado sus reales la falta de limpieza, el de.s– ,.orden y la miseria. - 111 -

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