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llenó de maldiciones y a la tierra que pisaban. Y luego ile ahorcó convirtiéndose en estatua de piedra. Este es el cerro de La Teta, que domina a t oda la Guajira venezolana y mira con irónico desdén a la península de Paraguaná, donde en lejana fecha se refugiara un grupo de guajiros. De aquí 1a semejanza que tienen. NOTA. Está ubicado el cerro de La Teta en el centro de la península y desde cualquier parte que se mire le veremos a lo lejos. Como habrá podido observar el inteligente lector, con la antedicha leyenda tratan de explicar la formación del cerro. El Guará a: quien rogaron con instancia los indígenas que huían, es un idolillo de oro, ya en forma de hombre o de mujer, que conservan envueltos en telas y algodón. Ant iguamente poseían varios Guará, principalmente los piaches e indios dis– tinguidos de la Alta Guajira; pero hoy día r ésulta muy difícü encontrar uno siquiera para muestra. Creemos que esta leyenda parece que quisiera recordar la esclavitud del pueblo hebreo por el Faraón en Egipto, el paso del mar bermejo y la entrada a la tierra prometida, figurados por el tiranuelo Nechs y el golfo de Maracaibo que la separa de la península de Paraguaná. La gente campesina de esta tierra se parece mucho a la tierra y habitantes de la Guajira : ambas se hallan cubiertas de médanos y arenales; de cardo– nes, cujíes y tunas y los moradores de una y otra península , vecinos y hermanos, se dedican principalmente al pastoreo de ganado, de preferencia chivos. Es, según la leyenda, porque los habitantes de Paraguan~ descienden de los indios huído:; de la Guajira. * * * De cómo fueron castigados los indios arhuacos y por qu~ llueve poco en la Guajira. En otro tiempo, las sierras de Perijá, los Montes de Oca y la Sierra Nevada de Santa Marta estaban unidas a las sierras de Cojoro, Jarara y Macuira, formando un solo haz de mon– tañas teniendo por punto de unión el cerro de La Teta que en medio de aquellas y estas sierras queda. - 98 -

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