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El pobre aquel E N el pueblo, a la vera del camino, en pobl'.e casa vivía el pobre aquel. El dinerillo que sa– caba o limosneaba por otras aldeas, lo juga- ba a la lotería, a las quinielas, en las máquinas de la taberna. Pero nunca le tocaba ..No hablaba con na– die. Las gentes decían que era un jugador. Y no le ayudaban. Pasó cierto día por su puerta un peregrino y le dijo: -«Juega a la lotería que yo te diga». -¿Cuál? -Juega a saludar a la gente, sonríe a los veci- nos, olvida los ¡uegos de azar y las máquinas, acari– cia a los niños y los perros, desea bien a todos, ayu– da en lo que puedas..., ¡y te tocará la lotería!». Así lo hizo. Comenzó a saludar a todos. Pron– to se vio rodeado de niños. Los perros corrían brin– cando hacia él. En el pueblo le querían. Las gentes le regalaban vestidos, comida y le invitaban a su casa. Era más que un vecino. Era un hombre trans– formado. El pobre perdió la ambición de ser rico para humillar a los ricos del pueblo y ganó la amistad de todos. Comenzó a trabajar con honradez y cierto día..., otra vez el peregrino: -¿Qué? -Sí. -Pues transmite el conse¡o. No lo guardes para ti solo. 96

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