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Compañera invisible (( Esta noche festejamos unas bodas», dijo San Francisco de Asís a los compañeros que le seguían. Todos se volvieron asombrados. -«He encontrado una viuda en la calle -dijo sonriendo-. Hace años que vagabundeaba, descal– za, andrajosa, famélica y nadie abre su puerta para darle limosna. La recibiremos entre nosotros, herma– nos míos». -«¡Por el amor del cielo, hermano Francisco! ¿Hablas en serio? ¿de qué viuda se trata? Francisco se levantó y se observó a sí mismo... -«Llevo mí traje de novio-dijo-. No tengo ne– cesidad de cambiarme. Mi hábito roto, mi cinturón de cuerda, mis pies sucios de barro y tan delgado... nada me falta. ¿Dónde está el Padre Silvestre? Que venga a bendecir las bodas». -¿ Y dónde está la novia?, preguntaron todos a la vez. -¿No lavéis? Es la hermana Pobreza, querida y venerada compañera de Cristo, que le ha sido fiel hasta la cruz. ¡Dame la mano noble señora! Y tendía la mano a la compañera invisible. Al– gunos estuvieron tentados de reírse, pero de repente se pusieron serios. Francisco se casaba de verdad con la Pobreza voluntaria del Evangelio. 94

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