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La luna en el fondo del pozo E es definitivamente viejo cuando se ha perdi– do la ilusión. La ilusión es algo más que una esperanza sin fundamento real. Es como una fuerza interna, luminosa, que empuja a trabajar y vi– vir con alegría. La ilusión ha de ser como la estimada y querida compañera de cada día. · Dicen que los poetas encerraron a la luna en las aguas profundas del pozo para que nadie la ro– bara; pero al día siguiente salió el sol riéndose y gri– tando: «La robaron», «la robaron». Pero los poetas se citaron otra vez, por la luna llena, y volv¡ieron a encontrarla reflejada en lo hondo del pozo. Como la luna, la ilusión siempre vuelve, si la mimamos, si la llamamos, si hablamos con ella, si la sabemos encontrar en el trabajo de cada día, en la conversación, en el gozo del corazón, en el amor, en la oración, en cada actividad que realizamos, Sin ilusión nada resulta bien y lo que se hace no enriquece a la persona: todo suena a rutinario, está falto de colorido, brota como sin calor y sin luz, como si nos faltara la risa interna, ese brinco del co– razón indefinible. Jesús de Nazaret ilusionaba diciendo: «Aquí no ha pasado nada»; «no tengáis miedo»; «no está muerto, está dormido»; «vamos a otra parte» ... · 93

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