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Colocar bien la « h » L periódico es la crónica de la historia vivida, el trozo de sabiduría diario. Leí no hace mu– cho esta curiosa anécdota: «El empleado de cierto panadero llamó la atención a su ¡efe porque había hecho un pedido de harina, y había escrito esta palabra sin «hache». El panadero le contestó rápidamente: «¿Si tú pides la harina y la escribes con «hache», te la mandarían?». Estamos en el mundo de lo «positivo». Son muchos los que se preguntan, para qué vale la edu– cación, la belleza, la cortesía, la buena presentación, la ortografía, la poesía ... Y piensan que lo importan– te es ir al «corrusco», a las «alubias», al «negocio», al «dinero», a la «satisfacción». ¡Y se equivocan! La presentación, el buen sentido, la educa– ción, favorecen y salvaguardan lo sustancial: el amor, la familiaridad, la amistad, la relación. De lo contrario, ¿para qué servirían la belleza de la rosa o las hermosas plumas de las aves? Les bastaría con dar olor y cantar... C9mer y amar es necesario, pero la forma y el modo de hacerlo es importante. Afortunadamente Dios sabe más ortografía que nuestros universitarios de hoy y tiene más edu– cación que nuestros políticos. Y al lado delo sustan– cial puso la belleza, la delicadeza y el adorno, es decir, supo colocar la «hache» donde procede. 87
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