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El caracol IERTO obispo me decía que hoy la penitencia mayor no es el ayuno y la abstinencia, sino tener que asistir, al cabo del año, a tantas reuniones. Y, sin embargo, creo yo, que por «tantas» reu– niones conseguimos «algo». Dialogar, hablar, estu– diar temas, es ya dar un paso importante. Jesucristo dijo: «Donde están dos o tres reunidos en mi nom– b,re, yo estoy en medio de ellos». El círculo de ami– gos, la tertulia, la fiesta amistosa, la velada, la confe– rencia, el corro, el grupo, la asamblea, la junta, la visita, son espacios de comunicación, de escucha, de atención, de oír y decir, de sentir y de hablar, de reír, de celebrar. Cuenta la «mini-fábula», que cierto día con– vocó Dios a todos los animales del universo a cele– brar una fiesta. Sólo faltó el caracol. Intrigado por su ausencia le preguntó el Creador, al día siguiente, por el motivo. -«Nada hay más hermoso -contestó el cara– col- que la soledad, la casa y la tranquilidad». -Bien. Si así piensas y te has negado a com– partir tu presencia con los demás, de ahora en ade– lante llevarás eternamente tu casa a cuestas... ». Convivir, comunicar, salir de nuestro aisla– miento, intentar ser felices y hacer felices a los demás es entrar en el juego de Dios que nos lo dio todo y se dio a Sí mismo. ¡Ay del solo! 80

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