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¿La amistad o las liebres? E L administrador de una finca le fue al dueño con el siguiente cuento: -«Señor, me he ente– rado que cazadores furtivos del pueblo, ca- zan en sus posesiones. ¿Me permite que yo arregle este problema denunciando a esas personas?». -«No -dijo el señor, «porque era un señor»– Oéja/os. Prefiero tener amigos, a tener liebres en mi finca». Y el «señor» invitó a los «cazadores furtivos» a una cena de amistad y a una cacería para el día siguiente; con lo que ganó nuevos amigos y gozó de un día feliz. La amistad o las liebres. Algunos no tienen duda. Las liebres. Y se pasan la vida pleiteando y en riña con los demás. Al fin de la vida se encuentran sin el calor de la amistad y sin las «liebres». Guardar al amigo, es lo que importa. Para esto el «Rey Alfon– so X, el Sabio», afirmaba que para guardar la amis– tad hay que tener tres cosas: lealtad, discreción y bondad. Por la lealtad, hay fe, y sin ella no es posi– ble la amistad, (ni el amor, ni la creación, ni nada en el mundo), que asentada sobre la lealtad, la amistad permanece inconmovible. 'A él también un día, le dijo un vasallo: -«Majes– tad, un amigo suyo le ha murmurado». A lo que el Rey contestó: «Habrá sido por mi bien». Y siguió sin descomponer el rostro. 64
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