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Valer y no aparentar L O cuenta la filosofía hindú -y yo se lo cuento a ustedes-. Un día cierto hombre se levantó con ganas de ser más que los demás, de aparentar más; porque no estaba convencido de va– ler más. Valer es una cosa y aparentar es otra. No le importaba ser, le importaba aparecer. El presuntuo– so salió de paseo por la mañana al campo, y al aparecer el sol observó que su sombra se alargaba. Pensó: «¡qué grande soy!». Y se pasó todo el día dialogando dentro de sí mismo comparándose con los demás y enumerando las muchas virtudes que poseía. Al día siguiente, al mediodía, salió de paseo y cuando regresaba a casa, volvió a mirar su som– bra y se contempló pequeño, enano, porque el sol le cogía de arriba abajo: -«Bueno, -pensó- la ver– dad es que no soy para tanto, me encuentro bastan– te ridículo». Y se preguntó: «¿por qué pienso ahora de forma distinta que ayer por la mañana?». Y co– menzó a mejorar. Hay tres personas en nosotros, -no sé quien fue el primero que lo dijo, pero acertó-: «La persona que aparentamos, la que somos, y la que quisiéra– mos ser». Y la verdad, es que nunca coinciden en nosotros las tres. Importa muy poco -o casi muy poco- el modo como nos juzguen; lo que realmente vale es lo que de verdad somos, y, por supuesto, el esfuerzo que hagamos por mejorar y llegar a alcanzar la per– sona ideal que todos quisiéramos ser. 62
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