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El ángel que vio ahogar su sombra UENTA la fabulilla que un ángel bajó del cielo a recorrer la tierra, a ver las bellezas y hermo– suras de campos y ciudades, y al pasar por un lago que reflejaba el sol, contempló con sorpresa que la sombra de su cuerpo se ahogaba en las aguas, volvió sobre sus pasos -digo sobre su vuelo– y la sombra de sí mismo salió del lago. ¡Cuántas veces, tontos de nosotros, sentimos que nos ahogamos en un lago de preocupaciones, de trabajos, de inquietudes, en soledad y en pena, y braceamos agotadoramente sin lograr salir a flote. Y, sin embargo, la solución es muy sencilla, hacer lo del ángel de la fábula, volver para atrás un poco, retroceder de aquello que hemos emprendido y para lo cual nos faltan fuerzas o preparación o darle otro giro; recapacitar sobre algo a lo que damos dema– siada importancia y no la tiene: o reflexionar sobre lo frágil que somos física y espiritualmente y ¡cómo mañana se verán las cosas mejor! Todo esto basta, para salir a flote de un aho– go que no era tal, sino sencillamente un susto. El án– gel siguió volando -termina la fabulilla- riéndose de sí mismo. 61

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