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Sonríe, y adelante S casi como una fabulilla llena de sentido. Se la oí contar a un viejecillo en el parque. Llega– ba el nietecito llorando porque los demás ni- ños se reían de él que, aprendiendo a montar en patín, se caía constantemente. El abuelo lo consoló y animó con esta frase que es todo un poema: -«No te preocupes de ellos, sino sonríe y adelante». Fue una manera rápida de solucionar el pro– blema. El chiquillo, estoy seguro, a los pocos días patinaría como el mejor. ¿Para qué perder tiempo comentando la mala cara que nos ponen los demás, la frase desalenta– dora que nos dicen, la risita maliciosa, la incompren– sión que se ceba de nosotros? ¿Para qué obligarnos a reflexiones cuando alguien nos quiere matar el em– peño o la esperanza? Sonreír y adelante. El obstáculo para conseguir una meta, una virtud, un valor, no está la mayoría de las veces, en la incapacidad personal, sino en dejarse contagiar del pesimismo que transmiten otros. Hay demasia– dos pesimistas en torno. Y el mejor modo de superar– nos es repetimos «no te preocupes de ellos, sino sonríe y adelante». Esos, los de siempre, se rieron de los sabios, de los santos, cuando comenzaban a dar sus primeros pasos, hasta los llamaron «locos». 55
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