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... un angel asfixiado UCHAS definiciones se han dado del hombre. Una de ellas la encuentro en un verso de un poeta: «El hombre es un dios caído que de– sea volver a los cielos». Claro, que un dios con minúscula; que pode~ ce en sí una tensión por desenredarse de aquello que le entorpece para elevarse. Y quien aspira a ele– varse por encima de la tierra, es señal de que en otros tiempos tuvo alas, o bien que está destinado, en un lejano futuro, a tenerlas. ¿Qué es, si no, ese desasosiego por superar internas limitaciones, por sacar los pies del lodo de las pasiones, y esos sueños de felicidad jamás sacia– dos? Recuerdo haber leído también que el hombre es «un ángel asfixiado». Algo de ángel revoloteador hay dentro de nosotros, cogido como un pájaro en la red; porque vivimos cargados de deseos angus– tiosos por ser algo mejor. Nostalgia de una nobleza de ser «criatura me¡or» o «ser renovado». Quien ya no sienta este íntimo impulso eleva– dor, aunque sólo sea como tenue vibración, no se ha acercado jamás a su corazón. Está viviendo lo que no es: todo, menos él mismo. 52

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