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El barquito de papel 2 411 Quién no ha hecho un barquito de papel y lo ha echado al río, al estanque, a la bañera y lo ha seguido hasta verlo alejarse en la co- rriente, o hasta contemplarlo zozobrar? Santa Teresita de Jesús y su hermana, Celina, construían barquitos de papel a porfía, les ponían nombres como «Abandono», «Providencia», «Amor», «Paternidad», y los lanzaban a la corriente del río. Desde la orilla contemplaban las dos herma– nas la frágil flotilla que avanzaba sorteando las pie– dras y la maleza. Entre risas celebraban la infantil singladura y cuando un barquito zozobraba se decía una a otra: «El barquito de la vida debe abandonar– se a Dios». Con barquitos de papel Teresa de Lisieux y Celina daban toda una lección de profunda teolo– gía. En ellos contemplaban el «abandono» que he– mos de tener en las manos de Dios. Cuando hemos trabajado, cuando nos hemos comprometido en la lucha diaria, cuando hemos orado, cuando hemos puesto todas nuestras fuerzas al servicio de una cau– sa como si todo dependiera de nosotros, lo que nos queda ya es «abandonarnos plenamente en Dios». Y dar a nuestras vidas el nombre que Teresa y Celina ponían a sus barcos de papel: «Amor», «Providen– cia», «Abandono» «Paternidad». Estamos siempre llenos de planes, creemos, incluso, tener en nuestras manos el curso de nuestras vidas, y olvidamos que en el barquito de papel de nuestra existencia también ha de ir de timonel Dios, que, a veces, corregirá el rumbo de nuestra travesía. 46
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