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Una pregunta ingenua L empresario tenía a la puerta de su oficina 7.300.000 ¡óvenes en paro -que son los que hay en España-. Hacían una cola inmensa. Y sólo había un puesto de trabajo. Iban pasando uno por uno y todos contesta- ban lo mismo a las preguntas que se les formulaban: -«¿En qué traba¡as?». -«En nada. Estoy en paro». Todos iban con un cierto aire desgarbado. Daban una impresión no del todo agradable. Le echaban demasiado morro a la cosa, hablaban con exceso y se despedían sin una palabra amable, como si el empleo les fuera debido. Por fin, quedaba uno, el último. -«¿En qué traba¡as?». -«Busco empleo». Al empresario ya le gustó esta respuesta que manifestaba empeño, ganas, es– fuerzo. El joven iba vestido de forma convencional, agradable, se le notaba limpio, sin más. Mojete. Daba buena impresión y esto facilitaba las cosas. Hablaba sin pasarse ni dejar ver el plumero, como todos los anteriores, y al despedirse lo hizo con esta sencilla frase: -«Adiós, señor. Y muy amable por haberme recibido». Cuenta la fábula que el empleo fue para él. ¿Por qué? 38
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