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El elefante que se asustó de su trompa L elefante de la selva se quedó dormido y al despertar, no se sabe de qué sueño profun– do, encorvó la trompa hacia sus ojos y se asustó de ella. Corrió despavorido hacia el río y se tiró a él. Esta es la historia del elefante que se asustó de su propia trompa. Jamás se había percatado de que la tenía. Y, sin embargo, aquella trompa que le afeaba la cabeza era al mismo tiempo su propia defensa y su propia mano. Cada uno es como es. Nadie ha escogido su propio físico. Lo importante es saber aprovechar los recursos naturales y las propias habilidades. Pero eso sí: saber quiénes somos. Y, sobre todo, en el orden espiritual e intelectual, intentar mirarnos a no– sotros mismos con serenidad. No asustarnos de nuestra propia «trompa», pero tampoco ignorarla: reconocer los defectos, los fallos, los errores. Para esto nada mejor, como le ocurrió al elefante, que un rato de silencio y meditación. Posiblemente en vez de desesperarnos de la propia fealdad moral o limitación intelectual, saque– mos. de ellas el bien que nos sitúa realmente en lo que somos. 37
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