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quejó: Una cruz demasiado pesada QUEL señor, piadoso señor, buen cristiano, llegó,, al cielo. Tiró la pesada cruz que había llevado en su vida a los pies de Dios y se -«Aquí tienes la cruz que he llevado durante sesenta años. En verdad que me la diste pesada». Dios Padre sonrió, miró la cruz y reafirmó: -«Verdaderamente es enorme. Me extraña. Porque yo no suelo dar a los mortales cruces tan pesadas. Vamos a ver... ». Dios examinó la cruz detalladamente. -«Mi buen amigo, esto no es una cruz, sino un montón de cruces pegadas. Y yo no te he dado esto». -«Pues sí, Señor, esta es la que me concediste en suerte». -«No. Vamos a ver esta, la de la enfermedad: úlcera de estómago. ¡Claro! Te la buscaste tú. ¿Re– cuerdas cómo comías y bebías.. ?¿ Yesta otra? Sole– dad, falta de amigos, desprecios... También te la buscaste. ¿Ya no te acuerdas de tu mal carácter, de lo mal que tratabas a los demás.. ? Así fue Dios Padre despegando cruces posti– zas. Resultó que la verdadera cruz que El le había confiado en la vida era tan delgada y fina que, con mediana virtud, cualquiera la hubiera podido llevar. -«Cómo te complicaste, hi¡o -le dijo Dios-. ¡Qué alegre hubieras ido por la vida con tu cruceci- ta..., con la mía. Las demás son tuyas». · 31

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